Hoy en día en
nuestra sociedad utilizamos diferentes tipos de palabras para definir a los adultos,
a los adolescentes y a los niños.
Gracias a esos rótulos, las personas se identifican desde que son pequeños creyendo que son
una calificación que la sociedad les ha puesto, generando por supuesto
pertenencia a estos arquetipos
incluyendo las respectivas limitaciones que los definen a estos. Estos
rótulos que se han adquirido como propios, conllevan creencias también sobre
limitaciones y que cuando se tratan de cambiar producen miedo, esta es la
vibración capaz de congelar y bloquear cualquier creación que podamos hacer; el
miedo genera alteraciones en el cuerpo emocional que terminan por afectar los
demás cuerpos, incluido el físico y que interrumpe la expresión de todas las
capacidades y el potencial que se tenga.
Con
respecto a los miedos, gran parte han sido aprendidos; los padres normalmente
se encargan de reflejar un temor personal o una carencia emocional en sus hijos, por
ejemplo si un padre siente miedo al futuro, le va a transmitir a sus hijos
ideas de acumular y de evitar moverse a lo que se encuentre fuera de la zona
de confort, programando a vivir desde la
carencia; entonces el mensaje a su familia será a que no abra las alas para
experimentar la misión, para poder quedarse
dentro de una aparente seguridad, que a la larga es un sistema de control; este
esquema se repite con todos los miedos proyectados y así los niños aprenden
comportamientos y pensamientos que van incorporando a sus mentes como
herramientas para la toma de decisiones en su vida.
Existen
muchos más tipos de miedos aprendidos, unos tan delicados que además del miedo involucran
la culpa; por ejemplo el miedo al infierno o a cualquier otro castigo, todo se
suma para que la mente genere más barreras y para que las personas permanezcan
en estados de ansiedad como un factor de su vida cotidiana normal.
Una
vez la mente acostumbrada a vivir en estado de ansiedad, se vuelve incapaz de
observarse y de ver en qué momento del tiempo genero esa información de miedo y
en sí que es lo que actúa de dispositor en su vida, la persona al no poder
observarse, se queda siempre identificada con la mente y por tanto esta situación
se repite una y otra vez sin que se vea una salida.
Podemos trabajar en
salir de la mente y de sus procesos observándola, de esta forma la mente
empieza a dejar de recrear todas aquellas experiencias que son generadas por la
información de miedo que está allí codificada, se haya hecho consciente o no. Para observarla, también hay que permitirse
sentir todo aquello como lo que es, una sensación física, el punto aquí es poder hacerlo sin juicio sobre
la experiencia, solo observarla y sentirla; si entramos a juzgarnos, entonces
volvemos a entrar a la mente sin permitirnos aprender del para que de la
experiencia.
El
miedo viene de la dualidad en sí mismo y de tener una conciencia de separación
que además, detiene el desarrollo espiritual, por eso es un aspecto importante a trabajar en estos
momentos de cambio; hacer conciencia de esto y de integrar la información que
la mayoría de las experiencias que llamamos dolorosas, han sido programaciones
nuestras que tienen como origen esos códigos de miedo. Es un cambio de paradigma bastante radical,
para este cambio se requiere salirse de todos los arquetipos, como el de víctima
por ejemplo y reconocer que se es el responsable de de crear dichas experiencias.
El
gran cambio en el desarrollo espiritual es el de dejar las referencias externas,
para integrar que la creación se realiza desde la esencia, es un cambio que
toma tiempo y que genera mucha confusión interna en su proceso, mientras se
logra reprogramar hasta la ultima célula con la nueva información de luz.
Cuando
se hace este cambio se retoma la conciencia en el propio poder y por lo tanto
la creación y dirección de la vida, entonces se sale de todos los viejos sistemas
de creencias y control, como creer que la salvación o castigo esta fuera de uno
mismo, esto nos llevará a comprender que el mundo en que vivimos es nuestro reflejo.
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